Fue un momento que jamás voy a olvidar, me encontraba en el auditorio principal del Municipio de Ambato, rodeado de autoridades locales y de mucha gente importante para mi ciudad. Me habían invitado a participar en un acto cívico especial, y mi rol era claro: rendir homenaje a una mujer que ha marcado un antes y un después en la historia de nuestra ciudad. Me refiero a la alcaldesa de Ambato, Diana Caiza.
Mientras me acercaba al micrófono, sentía el peso de la responsabilidad. No solo iba a hablar como estudiante, sino como deportista, como joven ambateño que ha visto cómo el liderazgo puede transformar realidades. Respiré hondo, miré al público, y comencé mi exaltación.
Hablé de sus proyectos sociales, del impulso al deporte, de cómo ha abierto espacios para que jóvenes como yo podamos crecer, competir y soñar. Recordé cómo su administración apoyó eventos deportivos locales, y cómo su presencia en las comunidades ha sido constante, cercana, humana.
El aplauso al final fue largo y sentido, vi a la alcaldesa sonreír con humildad, y en ese instante entendí que las palabras también pueden construir puentes. Ese día no solo exalté a una líder, también reafirmé mi compromiso con mi ciudad.